Astrana Marín, defensor de la candidatura de Emilia Pardo Bazán a la RAE

Acabamos el año de Galdós: 1920 fue el de su muerte; y empezamos con el de doña Emilia Pardo Bazán (1851-1921). Las noticias sobre el Centenario de la escritora gallega ya se anunciaron a fines de año con el descubrimiento de la existencia de unas cartas que se creían perdidas (se dijo que las había quemado doña Carmen Polo). Las que le escribiera Galdós cuando eran amantes, pues las que ella le escribió, más de noventa, ya se conocían desde hace tiempo. Fueron publicadas, primeramente, por Carmen Bravo Villasante, y más recientemente, por Isabel Parreño, con el título de Miquiño mío. Cartas a Galdós. Por encima de la sorpresa de esas picantonas y fogosas cartas (así las llama la prensa), el hecho que ha traído el nombre de la Pardo Bazán a los telediarios ha sido la expropiación de la que fue su casa, el pazo de Meirás, a la familia Franco y la recuperación de su biblioteca, unos 3500 volúmenes que pasan a pertenecer a Patrimonio Nacional. Es decir, a todos los españoles.

En algún sitio he leído, siento no recordar la fuente, que con los anteriores propietarios se perdieron objetos, puede que también parte de papeles y escritos de esta autora, que habrían quedado en el pazo desde la venta de sus herederos. Sobre todo, habría desaparecido lo que pudiera tener un tufo heterodoxo o en desacuerdo con las ideas de sus nuevos habitantes, el caudillo y su señora. No es de extrañar que quitaran de su vista cualquier cosa de doña Emilia que conservara el tufillo masónico, librepensador o simplemente demasiado liberal para sus costumbres. Ojalá queden todavía restos que ayuden al estudio de una biografía tan compleja y despejen dudas como la de su pertenencia a la masonería. 

Astrana Marín. Fuente: www.elblogdecuencavila.com

Esa pertenencia, el tufillo masónico al que aluden ciertas fuentes, y que doña Carmen Polo fumigaría hasta hacerlo desaparecer junto con las vehementes cartas de su enamorado, explicaría el apoyo insistente de mi paisano don Luis Astrana Marín a la escritora gallega. En 1912, al quedar un sillón vacante en la RAE (Real Academia Española de la Lengua), por la muerte de Menéndez Pelayo, fue de los primeros en proponer que fuera ocupado por Doña Emilia Pardo Bazán. De salir elegida, hubiera sido la primera mujer en ocupar ese puesto.

Don Luis, tras abandonar el Seminario de Cuenca, se trasladó a Madrid para ganarse la vida escribiendo artículos en varios periódicos y revistas. Faltaban muchos años para que el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, creado por Franco en 1940, lo condenara por su pertenencia a la logia masónica Conde de Aranda. Si bien, puede que ya por entonces, estuviera cerca de este ideario de intelectuales y filántropos al que pertenecían amigos suyos y gente de su partido, Acción Republicana, entre otros Clara Campoamor. Y quizá también, doña Emilia.

Emilia Pardo Bazán. Fuente: www.eldiarioalerta.com

En un temprano artículo periodístico de 1912, publicado en la revista Alrededor del mundo, apoya la candidatura de la escritora gallega echando abajo los pretextos que los académicos daban para no abrir las puertas de tal institución a las mujeres: que no había precedentes en la historia de la Academia y que no estaba en sus Reglas. Astrana desmontaba el primer argumento recordando que sí había un precedente en el siglo anterior, quizá la primera mujer en el mundo en ocupar un sillón de parecidas características, el de la Academia de la Historia, doña María Isidra Quintana de Guzmán. De esta mujer resalta su pertenencia a la Sociedad Económica de Amigos del País, la Real Sociedad Bascongada y otras organizaciones consideradas masculinas en sus días. En este artículo, titulado Una académica española, Astrana Marín argumenta a favor de la presencia femenina en estas organizaciones como rasgo de modernidad y necesidad que imponen los tiempos y “que hoy interesa a toda Europa”. Escribe: “La Academia Francesa se dispone ahora a recibir a madame Curie, creyendo que es el primer caso del mundo. ¿Por qué no nos anticipamos nosotros, eligiendo a doña Emilia?”.

Recordemos que doña Emilia se había presentado ya dos veces como candidata para ocupar ese puesto, en el año 1889 y en 1892. Y lo haría una cuarta vez más adelante, en 1919, también sin éxito.

Se había rechazado su candidatura “porque las señoras no pueden formar parte de esta institución”. Pero don Luis, en su artículo, defiende su candidatura y justifica su apoyo con citas de otros críticos contemporáneos y con argumentos sacados de escritores anteriores. Algunos comentarios que hoy no se considerarían políticamente correctos en aras de la igualdad. Por ejemplo, para resaltar los méritos de esta escritora se resaltan sus valores masculinos. Son palabras de Clarín, que dice de ella: “es un sabio en muchas materias”; o las del erudito americano Carlos Octavio Bunge: “El cerebro más fuerte y más varonil de España”. Más certero es el apoyo que encuentra Astrana en el ilustrado Jovellanos, del que dice que “probó en un admirable discurso que las señoras deben ser admitidas por socias con las mismas formalidades y derechos que los demás individuos”. Al mismo tiempo, pone en ridículo al misógino Cabarrús, otro político del XVIII contra el que polemizaba Jovellanos, y trae el recuerdo de otra mujer académica del Siglo de las Luces: doña Josefa Amar y Borbón, socia de mérito de la Academia Aragonesa de los Amigos del País. Recuerda el discurso que esta escritora envía a la Academia Matritense, en junio de 1786, pidiendo que dejaran libre acceso a las mujeres, lo que dio lugar a otros discursos de apoyo en el mismo sentido.

Sin embargo, a pesar de esta enardecida defensa de la participación de la mujer a propósito de la candidatura de doña Emilia Pardo Bazán, don Luis Astrana, en 1933, como muchos otros republicanos españoles de izquierda en su época, nos niega el derecho al voto. Para disculpar a nuestro autor, traigamos a colación la famosa polémica entre Clara Campoamor y Victoria Kent, que la primera recuerda en su libro de memorias El voto femenino y yo. Astrana, como la diputada socialista, y como muchos compañeros suyos republicanos, tenía miedo de una posible derrota de la izquierda si se aprobaba el voto femenino. Pensaba que el voto de las mujeres iba a estar condicionado por la Iglesia, como así fue. En su ensayo sobre su el presidente de su partido, titulado Gobernará Lerroux, escribió: “Porque si en la ley electoral no se elimina el voto femenino, entregaréis la república, limpia, en bandeja y legalmente a la reacción. Todo el mundo lo dice y todo el mundo no se puede engañar”. (Gobernará Lerroux, p.56)

Para saber más

  • Astrana Marín, Luis
    • . “ . Mujeres en la Academia. Revista “Alrededor del mundo” 1912.
    • “ . Cervantinas y otros ensayos. Madrid, Afrodisio Aguado, 1944.
    • “ . Gobernará Lerroux. Madrid: Gáficas Universal, 1932.
  • Campoamor, Clara. El voto femenino y yo; mi pecado mortal. Editorial Renacimiento,1937.
  • González Rubio, M. Luz.
  • Astrana Marín y Cervantes, Vidas paralelas y algunas diferencias. En Astrana Marín, Cervantes y Shakespeare: Paralelismos y convergencias. Millán, J. M. y Martínez C. J. Publicaciones UCLM, 2018.
  • De la República y la guerra. Memorias de un pueblo en zona republicana. Huerga y Fierro, 2012.

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